viernes, 15 de febrero de 2013

Capítulo 1: Una Marcha al Interior del Espíritu

Los Jaivas que actualmente conocemos, son en realidad una proyección y el resultado de las inquetudes creativas de un grupo de niños de Viña del Mar, los que crecieron y maduraron en los alrededores de la Quinta Vergara. Tres hermanos: Eduardo, Cluadio y Gabriel Parra, junto a Eduardo "Gato" Alquinta y Mario Mutis, son los personajes de esta leyenda. 


Eduardo nació en Los Andes en 1943; Claudio y Gabriel nacieron en Valparaiso en 1945 y 1947 respectivamente. Gato vió la luz en Antofagasta en 1945, y Mario lo hizo en Viña del Mar en 1947. Cuando usaban pantalones cortos, en la casa de los abuelos de los hermanos Parra, en la calle Viana 223, se reunían a jugar, y los juegos eran imaginativos: números de circo, actos teatrales, actuaciones cinematográficas, etc... Mario era compañero de Gabriel en el Liceo Guillermo Rivera de Viña del Mar y así, cuando tenía cerca de ocho años, se unió al grupo de los hermanos Parra, que eran mayores y también iban al mismo colegio. Claudio Parra recuerda: 


"...Cuando estabamos en el Liceo -casi todos estudiabamos en el Liceo Guillermo Rivera en Viña-, en fiesta que se hacía en el Liceo, tocabamos nosotros, o lo organizabamos en forma espontánea, y así fuimos aprendiendo a tomar contacto con el público, especialmente con el público que bailaba. Fue en el año '63 cuando nos invitaron a tocar para un aniversario del Liceo Nocturno de Viña, y era el Liceo donde estudiaba Gabriel. Ese fue el punto de partida del grupo, ya que era la primera vez que nos subíamos los cinco a un escenario, ante el público y en un acto oficial, aunque entonces había como otros cinco músico en el grupo. Habíamos preparado un par de temas. Incluso teníamos dos bateristas y la idea era turnarse: Gabriel iba a tocar un tema y en el otro estaría la otra persona. En todo caso... Gabriel no soltó la batería. Esa fue nuestra primera actuación, nos gustó eso y decidimos formar un grupo..." 

En aquellos días, Gato ya tocaba la guitarra eléctrica, la cual había sido obsequio de su padre, y a falta de amplificadores, la conectaban a la radio.

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